En el sudeste asiático, una frontera invisible y sorprendente, conocida como la línea de Wallace, divide dos mundos biogeográficos completamente distintos. Esta línea, propuesta por el naturalista británico Alfred Russel Wallace, no es una barrera física como un río o una montaña, pero separa de manera drástica las especies que habitan en su lado occidental, más cercanas a Asia, de aquellas en su lado oriental, más relacionadas con Australia.
Wallace, considerado el “otro” padre de la teoría de la evolución junto a Charles Darwin, descubrió esta sorprendente frontera durante un extenso viaje por el archipiélago malayo, compuesto por países como Indonesia, Malasia y Filipinas. Mientras exploraba, notó que, a pesar de la proximidad geográfica entre algunas islas, las especies que vivían en ellas eran radicalmente distintas. Esta observación lo llevó a teorizar la existencia de una línea divisoria que separa los ecosistemas asiáticos de los australianos.
La línea de Wallace atraviesa Indonesia, pasando por el estrecho de Lombok, entre Bali y Lombok, y el estrecho de Macasar, entre Borneo y Célebes. Al oeste de esta línea, la fauna es similar a la del continente asiático, con especies como rinocerontes, tigres y elefantes. Al este, la fauna se asemeja más a la australiana, con canguros, roedores y otros marsupiales como principales habitantes.
La existencia de esta frontera natural tiene su origen en épocas prehistóricas, mucho antes de las glaciaciones, cuando las barreras físicas y el choque de placas tectónicas contribuyeron a la evolución separada de los ecosistemas. Aunque la línea de Wallace no puede verse, su impacto en la biodiversidad de la región es innegable, y sigue siendo un tema fascinante para biólogos y naturalistas de todo el mundo.
Este fenómeno nos recuerda cómo las fronteras naturales, a veces invisibles, han moldeado el mundo tal como lo conocemos, separando especies y creando ecosistemas únicos a lo largo del tiempo.