Científicos de Nueva York descubren técnica que logra descomponer el polietileno en una seda biodegradable y altamente resistente

El sencillo “Living in the Plastic Age” lanzado por The Buggles en 1980 marcó el inicio de una conciencia sobre el exceso de plástico en nuestras vidas. Desde entonces, el plástico ha seguido proliferando, enfrentándonos a desafíos como la contaminación de los mares con microplásticos. Sin embargo, la ciencia está buscando soluciones innovadoras, como el uso de bacterias para convertir el polietileno en un bioplástico similar a la seda de araña.

El polietileno, omnipresente en nuestros productos de un solo uso, se ha convertido en el objetivo de los científicos del Rensselaer Polytechnic Institute (RPI) en Nueva York. Utilizando una nueva variedad de bacterias, lograron descomponer el polietileno en una pasta que luego fue metabolizada para producir proteína de seda. Este material resultante se considera la fibra de Kevlar del reino natural, con propiedades similares a las de los chalecos antibalas.

El proceso implicó despolimerizar el polietileno y fermentar la pasta resultante con las bacterias durante 72 horas. El producto final se describió como un bioplástico en forma de bolas de algodón que se pueden tejer en hilos o convertir en otras estructuras. Aunque esta investigación es un paso prometedor hacia la producción sostenible de materiales, aún se necesitan más avances para lograr la producción a escala industrial.

Los bioplásticos, como este innovador material derivado del polietileno, ofrecen una alternativa más sostenible a los plásticos convencionales derivados del petróleo. Producidos a partir de fuentes renovables, estos bioplásticos buscan reducir nuestra dependencia de recursos no renovables y disminuir el impacto ambiental asociado con los plásticos tradicionales.

La seda de araña, conocida por sus propiedades mecánicas excepcionales, se ha convertido en un material de interés en campos como la ingeniería de materiales y la medicina. Aunque la producción comercial a gran escala de esta seda sigue siendo un desafío, los avances en la investigación, como el uso de bacterias, ofrecen nuevas esperanzas para un futuro más sostenible.